Transporte público y COVID-19: oportunidad para una movilidad sostenible y equitativa
Posted on
September 15, 2020
Por: Dr. Nancy López Olmedo y Dr. Tonatiuh Barrientos
Proyecto SALURBAL
Crédito de la imagen: Metro CDMX
La declaración de pandemia por la nueva enfermedad COVID-19, provocada por el virus SARS-CoV-2, ha sido un hito en la historia mundial que ha impulsado diversas medidas para su contención y mitigación. Una de las medidas tomadas en Wuhan, China, donde se identificaron los primeros casos de COVID-19, fue la prohibición de todos los medios de transporte como medida para reducir la transmisión del virus. Posteriormente, esta práctica fue implementada por la mayoría de los países a medida que identificaban un aumento en los casos.
El transporte público motorizado, como autobuses, metro y tren suburbano, son considerados ambientes donde fácilmente se pueden transmitir enfermedades respiratorias debido al espacio limitado en el que se pueden congregar una cantidad significativa de personas. Estudios previos, revisados por investigadores de SALURBAL, han observado que la probabilidad de contagio por influenza es mayor en individuos que utilizan el transporte público frecuentemente. Los resultados preliminares en la actual pandemia sugieren que la relación entre transporte público y COVID-19 es similar.
Sin embargo y a pesar del riesgo de contagio, el transporte público motorizado es un servicio esencial para la movilidad de gran parte de la población, especialmente en las ciudades. El funcionamiento continuo del transporte público puede facilitar el traslado de trabajadores de la salud y sus pacientes, así como trabajadores que realizan actividades esenciales. Es por ello que ante la reactivación económica, es importante identificar e implementar medidas que permitan reducir el riesgo de propagación de enfermedades respiratorias.
La evidencia sobre medidas de mitigación de transmisión de enfermedades respiratorias en el transporte público, aunque limitada, proporciona una perspectiva de ideas útiles que pueden ser consideradas en la región de América Latina, donde se estima que un 42% de los traslados se realizan en transporte público. Por su parte, las áreas urbanas requieren de soluciones más complejas, considerando su mayor densidad poblacional y diversidad de los sistemas de transporte.
Una de las estrategias para reducir el contagio en el transporte público consiste en limitar el número de pasajeros. Esta estrategia se ha implementado en la actual pandemia en ciudades como Vancouver, Canadá y Shenzhen y Beijín en China, así como a nivel nacional en Colombia y Turquía. Si bien es una medida fácil de implementar, el reto radica en vigilar su cumplimiento. Es necesario considerar el establecimiento de medidas estructurales, como el escalonamiento de días y horarios de escuela y trabajo, que reduzcan substancialmente la movilidad simultánea de personas.
Otra medida adicional que podría ayudar a reducir la transmisión de enfermedades respiratorias en el transporte público motorizado es tratar de reducir la comunicación con otros pasajeros durante los trayectos, aún con el uso de cubrebocas. Se ha estimado que hasta un 86% de casos COVID-19 podrían no presentar síntomas o ser asintomáticos y que 44% de los casos de COVID-19 podrían haber sido contagiados por una persona asintomática. Por definición, los casos asintomáticos tosen o estornudan con menor frecuencia que las personas sintomáticas, lo que sugiere que el habla podría jugar un papel importante en esos casos. Guardar silencio es una recomendación simple; de hecho, dicha medida está siendo implementada en el metro de la Ciudad de México desde principios de junio. Sin embargo, al igual que con otras medidas, es necesario evaluar su efectividad.
Finalmente, consideramos de suma importancia que, ante la nueva normalidad, la movilidad sea no sólo sostenible sino también equitativa. El uso de automóviles particulares permitiría reducir el riesgo de contagio, pero sería a expensas de un incremento en el tráfico y de aumentar el tiempo de traslado de los usuarios del transporte público colectivo. Para alcanzar una movilidad equitativa será necesario que los gobiernos locales impulsen estrategias que permitan a los usuarios diversificar las opciones de transporte público, incluyendo el transporte activo.
Un ejemplo de diversificación del transporte público es el caso de Bogotá, Colombia. En marzo 2020 se habilitaron 80 kilómetros de ciclovías temporales para descongestionar el sistema de transporte Transmilenio. En junio 2020 iniciaron los trabajos de adecuación para que 21km se conviertan en ciclovías permanentes y se sumen a los 551km de ciclo-rutas con los que actualmente cuenta este país. Otro ejemplo es Nueva Zelanda, donde se está diseñando un plan tanto para el desarrollo de ciclovías temporales como para expandir senderos peatonales, esto último con el uso de maceteros y pintura colorida.
La actual pandemia por COVID-19 plantea una serie de retos en diversos aspectos de la vida cotidiana, incluyendo la movilidad. El uso de transporte público es un ambiente de riesgo, pero también representa una oportunidad para redireccionar los esfuerzos hacia una movilidad sostenible y equitativa.
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